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Terapia para el ESTRÉS

El estrés es una respuesta básicamente fisiológica, rápida y eficaz, adaptativa y funcional. Se activa cuando la demanda excede los recursos y capacidades de la persona, y se vive como amenazante al poner en jaque la consecución de sus metas y objetivos. Revierte una vez la demanda decae, sin causar efectos adversos. Tiene la función de preparar y movilizar recursos del organismo para hacer frente a una amenaza real o percibida.

Por tanto, un suceso estresante exige del organismo un esfuerzo extra de adaptación, este altera su equilibrio interno, responde a la demanda, y posteriormente es capaz de recuperar la homeostasis interna. 

El estrés está presente en múltiples áreas de la vida, se encuentra en la calle participando de lo cotidiano, en el ámbito sanitario relacionado con la salud y la enfermedad o, en el mundo laboral, incidiendo en la eficacia del trabajo o bien, paradójicamente, en la baja laboral.

Es la cronicidad, y no la respuesta aguda y adaptativa de estrés, lo que convierte a este constructo en un problema de salud pública de primera magnitud. En países occidentales, dos de cada tres consultas en atención primaria se relacionan con sintomatología asociada al estrés, no en vano, la respuesta sostenida de estrés produce efectos nocivos para la salud.

Cuando llegamos a este punto es el momento de solicitar ayuda psicológica para hacer terapia para el estrés, y evitar que se cronifique y afecte a nuestra salud física y psicológica.   

Problemas relacionada con el estrés

TRASTORNO DE ADAPTACIÓN

La exposición a factores de estrés reales provoca malestar intenso y desproporcionado, así como deterioro funcional. El factor estresante tiene que ser identificable, pero puede ser de distinta magnitud, no tiene por qué ser necesariamente muy estresante. Lo que es excesivo y desajustado es la respuesta que se da, poniendo de relieve la incapacidad para adaptarse a situaciones diversas.

Pueden ser de distinta tipología en función de sus características clínicas, es decir, de si predominan síntomas depresivos, ansiosos, del comportamiento o combinaciones de los anteriores.

ESTRÉS DE LAS MINORIAS

El estrés de las minorías hace referencia a un estrés crónicamente sostenido en el tiempo que experimentan personas que forman parte de grupos poblacionales minoritarios. Es decir, personas con alguna característica diferencial respecto de la población general dominante.

Esta presión que ejerce la mayoría sobre la minoría, de forma directa o indirecta, voluntaria o involuntariamente, implica soportar una demanda extra que con frecuencia desborda la capacidad de la persona, y provoca consecuencias perjudiciales clínicamente significativas sobre su estado de salud psicológica, emocional, y/o física.

Los efectos negativos que sufren los grupos minoritarios debido al estrés crónico generan un desequilibrio permanente, ya que dicha presión siempre es ejercida de forma unidireccional. Esto es, desde los grupos dominantes sobre los minoritarios.

Por tanto, no solo sus características individuales les obligan a desarrollar estrategias adaptativas más complejas y específicas, sino que, además, se ven en la necesidad de aprender y desplegar estrategias de afrontamiento frente a los prejuicios, estigma o indiferencia social, expectativas de ser rechazados, discriminación en diversos ámbitos, dificultades en la empleabilidad, en la obtención de reconocimiento social y profesional, en la conquista de un sentimiento de utilidad y valía personal, o en el logro de una vida autónoma y plena.

Necesitarán aprender con más profusión estrategias de regulación emocional, tolerancia a la frustración, aceptación, empeño en la consecución de sus metas y sueños, niveles elevados de motivación, y confianza en sí mismos y en los demás.

Estas minorías pueden tener características individuales tan dispares y diversas como una orientación o identidad sexual determinada, una enfermedad crónica, diversidad funcional a nivel sensorial (visión, audición), a nivel motor (dificultad locomotora), a nivel de comunicación (dificultad en el habla), a nivel cognitivo (dificultad en el razonamiento o Síndromes específicos), o puede tratarse de una condición clínica de avance progresivo o una enfermedad mental con pronóstico de larga duración.

Son conocidos los terribles efectos de la estigmatización que sufre el enfermo mental, hasta el punto de faltar a los tratamientos y consultas, viviendo en secreto su enfermedad, para evitar a toda costa “ser ubicado” (o encajonado) en ese grupo poblacional.

Día tras día el nivel de estrés se incrementa una gota más, hasta el desborde, hasta el agotamiento.

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